El Derecho debería ser progresivo y atender la realidad que enfrenta la ciudadanía, con el objeto de satisfacer sus necesidades y salvaguardar su integridad. No obstante, podría atreverme a decir que nuestro aparato jurídico ha sido lento, arcaico y, desafortunadamente, suele llegar tarde cuando se le necesita.
Un claro ejemplo es el tema del feminicidio, ya que, si bien en México se habló por primera vez de la violencia feminicida en 2007 con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y fue en 2012 cuando éste fue tipificado, ¿antes las mujeres vivían sin miedo?
¡Claro que antes de 2007 existían conductas misóginas, violencia de género y feminicidios! Sólo que el Estado prefirió ignorar y solapar la realidad machista, donde incluso se atrevió a clasificar como homicidios simples a aquellos que fueron engendrados por alguna razón de género.
Antes de la tipificación ¿A cuántas mujeres víctimas de feminicidio nunca les llegó la justicia?
Puedo nombrar a miles, pero hoy quiero centrar mi atención en Liliana Rivera Garza, quien era estudiante de arquitectura en la Universidad Autónoma de México y fue víctima de feminicidio en 1990 a manos de un ex novio cuando solo tenía 20 años.
En “El invencible verano de Liliana”, Cristina Rivera Garza -su hermana mayor y autora del libro- encuentra casi 30 años después las cartas y escritos de Liliana.
Con tal archivo y testimonios de las personas más cercanas, Cristina reconstruye la vida y la muerte de Liliana.
Así, da cuenta de la tortuosa relación que vivió Liliana con Ángel González
Ramos, un novio violento, controlador y celoso de la preparatoria, con quien
siempre intentó terminar su relación, pero él prefirió arrebatarle la vida. A la par, el libro sirve de denuncia contra el sistema de justicia mexicano, pues nunca llegó a Liliana la justicia que tanto merecía, el feminicida sigue prófugo y recientemente cuando su hermana solicitó el expediente de investigación del caso, éste no logró ser localizado.
La historia de Liliana debe servir para dar voz a la de muchas más mujeres y niñas que exigen justicia. Nos invita a reflexionar sobre lo tarde que llegó el Derecho para ella y quién sabe para cuántas más, pero nos insta a seguir enfrentándonos al patriarcado hasta ganarle, hasta el último momento.
Concluyo citando unas líneas del libro:
“En 1990, cuando nadie hablaba de estas cosas, cuando a la violencia de pareja se le seguía asociando estrechamente a erupciones de pasión que, a veces, se convertían inadvertidamente en crímenes, cuando ni las víctimas ni sus seres queridos ni siquiera los victimarios tenían un lenguaje capaz de describir, y luego entonces de definir, y más aún contrarrestar, la violencia ejercida en nombre del amor, con la excusa del amor, era fácil, dolorosamente fácil, no estar al tanto del riesgo mortal que dicha violencia implicaba. (…) Hasta el último momento, Liliana pensó que se podía enfrentar sola al patriarcado y que podía ganarle.”
Una lectura que les llenará de dolor, coraje y fortaleza para seguir luchando por las que ya no están.
Sin duda, deben leerlo.
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