A 12 días de finalizar oficialmente otro semestre en la Facultad, sumemos un par de días más –si tenemos presente los exámenes finales- de contar con una boleta plasmada de calificaciones, surge la misma duda que me ha aquejado constantemente en mi vida estudiantil y en mi recién estrenada vida laboral:
¿Habré hecho lo suficiente?
Hace poco me tocó presentar un examen que daba por sentado con 10, digamos 8 pecando de falsa modestia; semejante sorpresa me llevé cuando bien contestadas, si acaso, solamente 5 preguntas. No hace falta un master en matemáticas para traducir la calificación y menos hace falta mencionar con ello la crisis existencial que me provocó sentirme un fracaso total. Pero pongamos un poco de contexto para que no se me tilde de exagerada…
A los 18 años conseguí mi primer trabajo, a mi impresión de ese momento no cualquier trabajo, un trabajo irreal que me valía la admiración de muchas personas cuando pronunciaba el nombre del órgano y el cargo que propiciaban la sensación de estar entrando a las “ligas mayores”; lo sé, era una snob.
Exactamente trabajé en ese lugar 7 meses, y fuera de esa línea rimbombante
plasmado en mi C.V., mi jornada laboral consistía en breves aportaciones que mis conocimientos de la carrera me permitían en ese instante y, por supuesto, diversas tareas de índole administrativo (sacacopias como se le conoce en el argot).
De esos 7 meses, a la par, en el mes 4, me incorporé a otro lugar con las mismas características y misma sensación de superioridad, bajo el auspicio mental de grandeza en el que estaba inmersa en esos tiempos, consideré sensato realizar los dos trabajos y la escuela.
En esta etapa había un chiste muy particular entre mis cercanos donde se decía que mi súper poder consistía en dormir. Literal podía hacerlo en un minuto, en los lugares menos convenientes (incluso en conversaciones con personas) y a la hora que fuera.
Entre dimes y diretes, para no hacerles el cuento muy largo, reprobé dos materias ese semestre y evidentemente tuve que dejar ir uno de los trabajos.
De ello aprendí:
1. La escuela puede resultar tediosa cuando tienes ganas de comerte al
mundo de un solo bocado, pero todo en su momento.
2. Es mejor hacer una cosa bien que dos mal.
3. No puedes hacer todo al mismo tiempo. Que la necesidad de llegar a “la
meta” no te lleve a tropezarte con tu propio pie.
Así que de la mala experiencia que yo provoqué, me levanté y aprendí. Sin
embargo, la realidad es terca… No, corrección; yo soy terca.
Desde que inició mi carrera estudiantil la pregunta de si habré hecho lo suficiente ronda, pero no me mal entiendan, no quiero dar a entender que está mal cuestionarnos y exigirnos, porque eso, en mi caso, también me ha permitido avanzar; lo que resulta contraproducente es abatirse al punto de no poder disfrutar porque acecha y acosa la constante de no ser y hacer suficiente.
Muchas veces he tenido que resignificar mis pasos, pensamientos y sueños; ya que crecer bajo el vaticinio de que trabajar 16 horas al día con la promesa de alcanzar la oficina del último piso, no es vida. Pero ojo, nuevamente quiero aclarar, la meta sigue siendo llegar a la oficina del último piso, pero gozando el trance entre los pisos de abajo y en medio y para ser más clara, percibir la vida fuera de un cubículo de 4x4, porque si espero a conseguirla y el deleite máximo sea llegar, el resultado habrá sido perder media existencia en ello.
Para esto, una de las personas más importantes en mi vida me dijo una frase que toma mucha relevancia y que constantemente ha marcado un antes y un después:
4. “No sufras la vida, vive la vida”
Retomando mi traspié emocional del inicio referente a mi calificación y una vez dado este contexto, a mi percepción era incuestionable mi calificación “perfecta”, porque sumadas a mis horas de estudio, mis 7 meses en aquel órgano tenían que haber valido lo suficiente para conquistar dicha materia, y fuera del discurso meritocrático y de conmiseración, a todas luces resulta imposible.
Tenemos –tengo- que renunciar al ideal de perfección, pues convertirme en mi propio Juez y verdugo es lo peor que puedo hacerme.
Me gustaría cerrar con la siguiente reflexión, hace cuatro años comencé en ese primer trabajo, actualmente me encuentro en mi tercero y honestamente las diferencias son abismales (con relación a mis capacidades vaya). Por primera vez he tenido la oportunidad de viajar, ser parte de la logística para eventos, crear discursos y participar en un sinfín de actividades que jamás hubiera ni soñado hacer tan rápido.
Han sido poco más de cuatro meses desde que asumí funciones en este último lugar y sin duda siempre es un caso diferente cuando nuevos escenarios se presentan, pero verlos como un rompecabezas por resolver y no como mi perdición, ha hecho más grata la labor.
Sumado a todo lo que ya les comenté, quiero compartirles mis últimas
apreciaciones que durante estos años me han sido sumamente útiles:
5. El día tiene 24 horas. En esas horas necesitas dormir, comer, descansar y
disfrutar. Ni a tus maestros de la facultad, ni a tu jefe, amigos, familia, pero
sobre todo a ti, les ayuda que tu salud se deteriore.
6. Se amable con todos, no sabes quién lo puede necesitar y es gratis no ser
grosero.
7. Nuevamente, vive cada una de las etapas. Estando a casi un semestre de
acabar la carrera, me hubiera gustado vivir más la universidad. La Facultad
y la UNAM tienen tantas actividades, que incluso, como agradecimiento,
disfrutar de ellas es un buen comienzo.
8. En esta “competencia” laboral y académica, no está mal llegar en último
lugar, no siempre tienes que ser el o la mejor.
9. Bajo esta tesitura, La “meta” no es llegar tu primero, es llegar todos juntos.
En las situaciones más críticos en mi vida, lo que me ha salvado es tener
personas a mi alrededor que me ayuden a salir adelante, pues yo sola no
puedo.
10. Una calificación no te define. Si como yo tienes obsesión por tus notas, no te preocupes, en las comidas y eventos laborales no te piden la boleta.
Por supuesto es importante el promedio para maestrías, menciones y becas,
pero no pierdas tu paz por ello. Como tip extra para calmar la ansiedad: mi
padre dice que cuando tengas un 6 voltees el papel y verás un 9, que todo
es cuestión de perspectiva.
Para responder la pregunta que desarrollo el presente texto, el cuestionamiento no gira entorno a si habré hecho lo suficiente; sino es partir del entendimiento que, a mis capacidades y circunstancias de ese momento, hice todo lo humanamente posible y está bien.
Sin duda es y sigue siendo todo un reto y lo más importante, lo seguirá siendo. No cabe duda que ir creciendo en este mundo de adultos es todo un desafío, pero definitivamente vivir la vida lo hace más ameno.
Me ha encantado mucho leerte, me sentí identificada. Y es cierto la experiencia (nadie nos la quita) nos brinda mucho para saber cómo actuar y desarrollarnos en nuestro alrededor. Me gustan esos consejos, ¡me los llevo conmigo!